miércoles, 19 de septiembre de 2007

Hola a todos, una vez mas Cesar nos regala y comparte sus amplios conocimientos

EL “INCONSCIENTE” Y “INCONSCIENTE COLECTIVO” DESDE
LA ÓPTICA REICHIANA.


Carl Gustav Jung fue, tal vez, uno de los primeros autores que extendió la Psicología hacia campos científicos diversos al reconocer, las interdependencias físicas, fisiológicas, ambientales y culturales que devienen juntas en el caso del hombre; en él, no existen en definitiva, las “dimensiones ajenas” o las esferas independientes -cada una flanqueada por las “torres de marfil” de sus especialistas-, que expliquen o den cuenta suficiente del sistema dinámico, vivo y dramático, que como tal, es el hombre mismo.

Jung, al romper con Freud, abandonó por lo mismo, los esquemas mecánicos inherentes a la doctrina psicoanalítica y desarrolló una sabia y compleja estructura conceptual psico-antropológica (como aproximación que estudia a la “realidad humana” como un entramado biológico y cultural) que puede ser, “eventualmente articulada”, de hecho, pero en menor medida que el edificio teórico de Wilhelm Reich, con varios de modelos físicos contemporáneos.

En Aion encontramos un profético pasaje: “Tarde o temprano habrá un acercamiento entre la Física nuclear y la Psicología profunda del inconsciente, ya que ambas, independientemente y partiendo de direcciones opuestas, avanzan hacia un territorio trascendental… Psique y Materia existen en el mismo mundo, y cada una forma parte de la otra. Nuestras tentativas pueden parecer audaces pero creo que avanzan en la dirección correcta”.

Así, la “libido” de Jung, es una ‘energía psíquica general’, la manifestación de una fuerza intrínseca del organismo vivo. Los fenómenos estudiados por Jung, se encuadran, creo, en su perspectiva global que, implícitamente, hace referencia a las propiedades y capacidad de la psique y del organismo, como sistemas dinámicos autorregulatorios.

En este sentido, encontramos “ecos” jungianos en la Bioenergética de Wilhelm Reich. Y ambos casos, constituyen además, antecedentes precisos y preciosos, de la visión moderna de los “Sistemas” y del llamado “Paradigma Integral”; y además, en concordancia con la Física de hoy.

Freud utilizó –y digamos por justicia, magistralmente-, los conceptos de su tiempo. Por otro lado, Jung y Reich se adelantaron a su época. Mientras que el “inconsciente” freudiano es, básicamente, de naturaleza individual -conteniendo, junto a ciertos elementos reprimidos, otros perennemente inconscientes- ; para Jung, el inconsciente aún era más amplio, profundo y ancestral.

Todo el aparato psíquico, incluida la conciencia, era sostenido y determinado para Jung, precisamente por ese inconsciente, anterior al aparato psíquico mismo y que trabaja continuamente ‘junto a la conciencia, por encima y a pesar de ella’.

El “inconsciente colectivo” de Jung, vincula al individuo con la humanidad entera; vínculo inaprensible, por cierto, para todo esquema mecanicista de la mente humana. El inconsciente colectivo, y sus contenidos arquetípicos, representan imágenes primordiales que, aunque filogenéticamente remotas, continúan siendo dinámicamente activas y hasta determinantes del comportamiento. El inconsciente colectivo jungiano es un vestigio filogenético, dinámicamente actuante a nivel simbólico y “constituido” por una amalgama de contenidos arquetípicos, comunes de toda la humanidad y que es potencialmente “desentrañable” con el estudio de los mitos y leyendas.

Efectivamente, el estudio de las religiones y del folklore era para Jung, la fuente principal, junto con el análisis de los sueños, para tener acceso al Inconciente Colectivo.

Pero las imágenes y símbolos plasmados, en los sueños y leyendas de las diferentes culturas de la humanidad que Jung analiza, lo acercan más a la dimensión espiritual y cultural del hombre. Y herencia cultural y espiritualidad era para Jung, parte determinante y genuina de la psique humana.

Esa orientación le dió a Jung, una amplia perspectiva tanto de la Ciencia como de todo “conocimiento” llamado racional. Así, reconoció que existen otras formas válidas y básicas, de conocimiento -a saber, el sentimiento y la intuición, además del pensamiento y de lo sensorial-.

Por otro lado Reich, no sólo rompió con el Diamat, maligna perversión soviética del verdadero Socialismo y Humanismo de Marx y Engels; rompió además, con el Freud ya enfermo, postrero para ser precisos y, con el freudismo más bien “acomodado” y acomodaticio de la IPA.

Para Reich, si bien Jung buscaba algo muy importante; buscaba precisamente la energía del Universo o la “libido universal” –y a lo que Freud le replicó: ‘que eso no era ya científico’-, lo hizó desde una concepción más bien mística. “Así Freud, procedió correctamente al rechazarle, al negarse a aceptar esta forma de plantearse la existencia de esa energía…Yo había emprendido ya el camino hacia la unificación de los instintos parciales en un principio biológico común. Pero hube de mantenerme alerta pues Jung había mixtificado toda la cuestión. Freud se mantenía en su dualismo. Decía que existían dos fuerzas básicas opuestas, separadas”. (Reich, 1954)

Más aún, para Reich “Jung generalizó el concepto de libido [sutilizándolo como dijó Freud] hasta el punto de hacerle perder por completo su significado de energía sexual especifica. A modo de conclusión cayó luego en la idea del inconsciente colectivo y con ella en el misticismo, al que en calidad de partidario del nacionalsocialismo representó, luego, oficialmente” (Reich, 1942).

Jung, además de interpretar en su análisis el inconsciente freudiano –un recurso fenomenológico ontogenético y finito e individual, como ya apunte-, utilizaba lo que el llamaba el inconsciente colectivo;

Mientras que Jung –aunque era médico-sabiamente intentó explicar y entender al hombre y a la humanidad, en función de categorías esencialmente psicológicas y culturales; Reich, intentó afanosamente “comprenderlo” por medio de categorías esencialmente biofísicas;, aproximación indisolublemente ligada a su preocupación, eminentemente clínica, por la paliación concreta de todo sufrimiento, con un audaz despliegue médico-científico y una activísima militancia sociopolítica; aspectos que al final, le valdrían la existencia.

Como ejemplo, vuelvo a considerar esa constante en la historia de la humanidad, la “noción” de Dios. Variadas formulaciones y figuraciones dan cuenta sobre la “certeza” en una energía “omnipresente”, en una fuerza, una idea y una intención envolvente y creadora, fuente de renovación vital; la “imagen” del amor y de la vida, de lo viviente, de la alegría y la completud, de la Armonía y lo divino del éxtasis.

La “unidad superior” o Armonía, que se manifiesta en el sorprendente despliegue de pequeños y grandes espectáculos de la Naturaleza, determina el alma inefable del hombre y grabando su secular busqueda historia y cultural (Dios, Mándala, el Tao, etc.).

Para Jung, como ya sabemos, tal “noción” se revela en primer término, tras el análisis tanto de los mitos como de los símbolos –el circulo por ejemplo- que “comparten”, en esencia, las distintas culturas humanas; no obstante, Jung se cuida bien de indicar que él se refiere, en tanto “noción” y símbolo, al vestigio heredado en al nivel psicológico del alma del hombre.

Pero la “noción” universal de Dios, ejemplifica bien las visiones dominantes del mundo y las esclarece. En “El porvenir de una ilusión” (1927) Freud contra Rolland. El médico Sigmund hace gala de su “positivismo” -¡y también de su “metafísica”!-. Rolland añora en cambio, un “análisis” del sentimiento religioso: esa convicción arraigada y vivida en unos (¿sólo en los elegidos, en el ungido?), directa, simple y franca, sobre la eternidad y la totalidad.

Lejos del extremo místico o del polo mecanicista, Reich estableció que a toda verdadera “experiencia religiosa” o “sentimiento oceánico”, corresponde la vivencia de la Energía Orgónica Cósmica en el organismo mismo, abrumándolo y fundiéndolo por un “instante infinito”, con la totalidad divina. Reich habló de la capacidad de “contacto vegetativo”; conexión perdida, ahogada en ti, en mí y entre nosotros; religiosidad “desecada” en la “espiritualidad” ritual, sensibilidad endurecida en la obediencia ascética y paralizada -pues no fluye- en el dogma por las instituciones (la IGLESIA y la ESCUELA) y en la estructura caracterial (estásica) de los hombres-momias.

En el caso de Reich -para quien los Principios Funcionales Comunes de la pulsación orgonótica y la superposición de (dos) corrientes energéticas gobiernan el funcionamiento básico del Universo-, su busqueda radical de lo esencial, lo llevo a la extrapolación de sus hipótesis en ámbitos en apariencia tan dispares como la convulsión orgástica y la conformación de las galaxias.

Sin tratar de evadirse, por comodidad e ignorancia, del terreno rigurosamente científico en donde la teoría del Orgón fue desarrollada y, solazarse en el bello pero movedizo terreno de la fantasía y la metáfora; debemos tener siempre presentes tanto los limites taxativos del discurso reichiano como sus adelantos y alcances vanguardistas a la luz del actual modelo quántico del Universo.

Sobre esté último punto, tal como señala Dadoun, “la perfecta inclusión de visión reichiana dentro de la fermentación cosmológica contemporánea, es algo que llama especialmente a la reflexión”.

En efecto, la identidad entre materia y energía, la teoría del Universo en expansión o sobre la llamada Energía Oscura por ejemplo, concuerdan asombrosamente con las “aventuradas” aseveraciones reichianas sobre las manifestaciones de la Energía Orgónica y ¡su funcionamiento!; pero sobre todo, se “enlazan”, cuando se revelan las abrumadoras vinculaciones actuales y posibles entre los modelos de la estructura cósmica –Éter y Materia Oscura- y la estructuración caracterial humana descrita por Reich y el fenómeno de la convulsión orgástica, eje de su Paradigma Energético.

La Energía Orgónica, como energía elemental, primordial y omnipresente en el Universo, efectivamente parece que “existe”, que penetra y “actúa” tanto en los sistemas biológicos como en el continuum espaciotemporal del nuevo modelo cosmológico sin vacío.

Fue a partir de 1948, que comenzó para Reich otro periodo en el que su osadía y su genio se mezclaron para generar, otra más, fecunda labor pionera. Junto a la Profilaxis Orgonómica, esta vez, en el terreno de las reflexiones atmosféricas y cosmológicas. Pero más allá de meras disquisiciones abstractas, Reich emprende un programa, una praxis, en el campo de su Ingeniería Cósmica del Orgón.

Y si bien la astrología milenaria, atestigua que los cielos fueron siempre el campo predilecto o la pantalla favorita de proyección fantasmática del hombre -el atávico mito del huevo primigenio de la creación de muchas culturas ¿primitivas? o la “colosal” fascinación que despierta actualmente la teoría de la Gran Explosión-, con su Cosmic Orgone Engineering, Reich nos hace abrazar un “espacio externo” completamente nuevo pero a la vez tan antiguo, tan interior y tan anterior a la humanidad, como el génesis del Universo mismo.

Con sinceridad y, tal vez con imperdonable ingenuidad, uno se plantea: ¿reformular a Wilhelm Reich a luz de la Nueva Física o “replantearla” a ella misma, junto con la Bióloga, la Psicología y las Ciencias en general, eclipsadas aún, por la imagen exótica del Orgón?

La única, veraz, verdadera y ¡urgente! respuesta, es que no podemos seguir “olvidando” por más tiempo a Wilhelm Reich; mucho menos podemos seguir “rebajándolo”, moral e intelectualmente, sin deshonrarnos a nosotros mismos, al compartir ese imbécil juicio sumario de ciertas esferas oficiales; negro fardo biogeográfico, suscitado por muchas de sus obras y por el mensaje radical y comprometedor contenido en ellas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hola

Anónimo dijo...

Saludos a todos. Soy César Arellano.
Perdon por mi solitario saludo, pero estaba probando porque no podía publicar este comentario.
Como seguramente ya se dieron cuenta, Mireya publicó en la página principal del Seminario, mi respuesta a su pregunta sobre la posible opinión de Reich del "Inconciente Colectivo".
Gracias Mireya, espero haber (nos) clarificado un poco.
Quiero en esta oportunidad,
pedir (les) por favor, el resumen de la sesión pasada, pues opino que salto a colación un tema de suma relevancia: ¿Qué tiene que hacer, tener y dar un analista?, ¿Porque cura el análisis? y, tal vez, la pregunta más importante
-y a la que seguramente no hay respuesta unívoca, pues depende del la estructura caracterológica del paciente y de su cuadro sintomático y/o patológico-: ¿qué cosas busca, espera y puede dar el analizado?
Advierto que me ocuparé de la "reacción del analista".
Evidentemente, el terreno
"transferencial-contratransferencial" tiene el rol primordial; pero, desde a óptica jungiana, recordemos que existe la "proyección" por parte del paciente de contenidos arquetípicos y la llamada, también por Jung, "participation mysthique" o intercomunicación inconsciente entre analista y paciente, lo cual de hecho, es un aspecto revelador y relevante.
Recuerdo que hablamos mucho sobre la "función de espejo" que tiene que desarrollar y practicar el analista casi en todo momento del proceso, pero ADJUDICAR
de entrada,
ciertas "necesidades" al paciente
-alguien dijo que "EL PACIENTE TIENE TAMBIÉN LA NECESIDAD DE SER SANEADO", es muy arriesgado y muy "pretencioso" también.
Estoy seguro de no exagerar.
La palabra sanear, tiene dos intensas connotaciones; y la primera es más fuerte que la otra: primero, se "sanea", lo que esta "sucio" o es "insano"; segundo, se "sanea" lo que necesita repararse o satisfacerse (liberarse), acepción que tan sólo emerge al "procesarse" en y por el tratamiento.
Lo dije en la ocasión y
lo reitero ahora,
adjudicar precisamente "eso", tiene una lectura perfectamente legible analíticamente. No podemos ni debemos adelantar "especulando",
que es lo que aflige al paciente, que necesita ni, mucho menos, que espera de nosotros (porqué tal vez ni podamos o queramos dárselo).
De verdad, que bueno que vamos a revisar algo sobre los trastornos fronterizos y sobre el narcisismo, creo que nos ayudara a entender mejor y a manejar la trasferencia inherente a toda Psicoterapia y sobre todo, a tener bien sujetos o, por lo menos tener en cuenta, a nuestros "propios demonios",
a nuestros fantasmas de
analista sabio o
"curandero arquetípico",
como nos enseñó Jung.

Anónimo dijo...

1 de octubre 2007

Saludos a todos, soy César Arellano.
De antemano, gracias por leer nuevamente mis comentarios.
Esta vez, quisiera continuar la glosa sobre un tema que,
desde mi perspectiva, es crucial:
la relación analista –analizado.
En sí misma, toda relación humana se establece como “expresión”
de la necesidad vital de establecer un “contacto” satisfactorio y
un intercambio (energético) estimulante entre el “yo” y el “otro” (s).
Los vínculos “interpersonales”, huelga decirlo,
son básicos tanto para la ampliación de las esferas
psicológica, emocional y de acción (conducta) “personales”,
como para el establecimiento y consolidación
de nuestra individualidad y autonomía.
Entre mayor “conciencia” tengamos de nosotros mismos,
mayor será la capacidad de “conexión” con el prójimo, al
“re-conocer en él” necesidades y respetando su “otredad”.
La “individuación” pues,
implica siempre -y también la complica- a la “interrelación”.
Sin embargo, dado que cualquier tipo de interrelación humana
-que “nace” cada vez que se establecen nuevos vínculos o se reestablecen otros-,
se encuentra matizada y mediatizada
por proyecciones y “transferencias” inconscientes;
en una relación analítica,
resulta ineludible un compromiso permanente por parte del analista,
el “re-descubrir” continuamente,
el virtual influjo de toda constelación de complejos y afectos condicionados,
así como su posiblemente SEGURA interferencia.
Todo “fragmento” de auto-reconocimiento ya “domesticado”,
debe ser nuevamente fraguado en cada nueva relación.

Y precisamente, en tal seguridad,
se encuentra el recurso terapéutico principal:
la respuesta emocional (“contacto vegetativo”) del analista
ANTE el analizado, reacción que sobrepasa las llamadas
“resonancia empática” o la “participation mysthique”.
Al interior de la relación analítica,
podemos “interpretar la transferencia”
enfatizando las experiencias infantiles (pasadas) o podemos
concentrarnos en la “finalidad y función actual” de la misma,
de su actitud ante el analista y ante el análisis mismo.
El analista debe estar muy atento
a lo que “ese” paciente -en particular- le despierta
como persona y no sólo en calidad de analista;
¿Cómo me “siento con él
antes de su llegada, cuando estamos juntos y cuando se marcha?

En este sentido, el análisis se torna “encuentro”.
Ambos, “tú” y “yo”, dejamos los roles y los argumentos
y, abandonamos así, aunque sea por un lúcido momento,
la trivialización –meta implícita de la educación burguesa y la psiquiatría oficial-
de nuestra experiencia.
A final de cuentas,
la eliminación de “síntomas”,
la desinhibición del “crecimiento” personal,
la exploración “iluminista” del inconsciente o
el desmantelamiento de la coraza caracteromuscular,
acontecen siempre en el presente de una relación que “aspira” a ser,
en todo momento, bidireccional,
auténticamente entre personas.

“La terapia, en el único sentido posible, comienza cuando dejamos de tratar de terapeutizar o educar a la gente para alejarla de su sentido germinal de realidad, y empezamos a abrirnos a los campos que esas personas nos pueden mostrar [con su “locura”]…Entonces, el ellos y el nosotros serán vistos como uno solo” (Cooper, 1974)

Anónimo dijo...

5 octubre 2007.

Saludos a todos.
Soy César Arellano.
Gracias nuevamente por leer estas notas.
Seguiré comentando sobre la “naturaleza” del encuentro analítico.
No quisiera hostigar a nadie, pero estoy convencido de que mi “insistencia”
por obligada, no es necedad y que lo digo,
aunque evidente, no es vana perogrullada.

Creo que desde Marx, se reconoce plenamente –o eso espero-,
que la “historicidad” es el aspecto sempiterno de todas
las ciencias, las artes, las filosofías, las políticas y las religiones.
Dentro del área biomédica consecuentemente,
todo enfoque psicoterapéutico también se encuentra históricamente condicionado
e implica inevitablemente, “supuestos” ( hipótesis condicionales) y “presupuestos” (motivos y creencias).

Efectivamente, y desde Freud, sabemos que tal “demarcación” contextual histórica
se sostiene además por ciertos “motivos”;
por el sustrato psicoemocional de la gente que los “detenta”
–consciente o inconscientemente- en su práctica y estilo de vida diaria.
Por tanto, en Psicología – y más en cualquier psicoterapia-, y a riesgo de simplificar,
no podemos “esperar” inocentemente que nuestros
parámetros estadísticos, “objetiva” metodología y “probada” técnica de intervención, escapen a la necesidad constante de clarificar y admitir francamente hasta donde es posible la aplicación de nuestros supuestos y la interferencia virtual de nuestros “propios” presupuestos.

Todo psicoterapeuta, lo admita o no, tiene y elabora,
determinado conjunto de supuestos y presupuestos a la hora de ser o pretender “ejercer”.
Si le funcionan o no -y él “funciona” como tal- es otro cantar.
Paciente y terapeuta, asisten y se encuentran “allí” por varios motivos
muy válidos unos, otros no tanto.
El primero cuando menos, quiere “saber”
–o “necesita” poder “ver” más allá de lo normal-;
el segundo quiere (y necesita) “ayudar” -y a veces sólo si le pagan-.
En el encuentro analítico entonces, convergen las “ambivalencias” de
Los Dos Principales Participantes –que no únicos protagonistas-.
Y en esa experiencia, fluyen y confluyen
dolores y placeres, “olvidos” y “reminiscencias”,
pesimismos y esperanzas…

Esforzarse permanentemente como psicólogo por una convicción
no es un sacrificio y la convicción implícita de toda Psicología es:
LA “LUCIDEZ” DE LA CONSCIENCIA.
Ella, la consciencia como contenido,
se pierde y se confunde muy a menudo, en su enorme continente inconsciente
o bajo la opresión devoradora de la manipulación y la mentira.