viernes, 4 de abril de 2008

Bienvenidos nuevamente a la lecturade nuestra pagina, en esta ocaciòn, nuestras compañeras seminaristas Lilia Medina, Wanda, Marcela, Hilda y la valiosa colaboraciòn de Cesar Arellano nos trajeròn la exposiciòn de varias conferencias de Freud, por ahora compartiremos con ustedes las Conferencias 16 y 17:

Conferencia 16
Psiquiatría y psicoanálisis

La conferencia gira en torno a la introducción en la comprensión de los fenómenos neuróticos, que tienen mucho en común con las operaciones fallidas y del sueño.
Aclara que lo que presenta como concepción psicoanalítica sea un sistema especulativo, es más bien experiencia; expresión directa de la observación y resultado de su procesamiento, la concepción psicoanalítica de los fenómenos neuróticos. Para ello, parece indicado empalmar con los fenómenos ya tratados, tanto a modo de analogía como de contraste. Se echa mano a una acción sintomática en que según se ve incurren muchas personas en las horas de consulta. El analista no atina a hacer gran cosa con la gente que lo visita en su consultorio médico para desplegar frente a él, en un cuarto de hora, las lamentaciones de su larga vida. Su saber más profundo le impide pronunciar el veredicto a que recurriría otro médico: «Lo que usted tiene no es nada», e impartir el consejo: «Tome una ligera cura de aguas». Uno de nuestros colegas, preguntado por lo que hacía con sus pacientes de consultorio, respondió incluso, con un encogimiento de hombros: «Les impongo una multa de unas buenas coronas». Por eso no les asombrará enterarse de que aun en el caso de psicoanalistas con mucha clientela las horas de consulta no suelen ser muy concurridas.
La omisión del paciente obedece entonces a un determinismo. El paciente pertenece al gran número de los que claman por una autoridad mundana, de los que quieren ser deslumbrados, intimidados. Y ahora entra en una sala de espera desierta, por añadidura en extremo modesta, y eso lo perturba.
La psiquiatría no aplica los métodos técnicos del psicoanálisis, omite todo otro anudamiento con el contenido de la idea delirante y, al remitirnos a la herencia, nos proporciona una etiología muy general y remota, en vez de poner de manifiesto primero la causación más particular y próxima. En la naturaleza del trabajo psiquiátrico no hay nada que pudiera rebelarse contra la investigación psicoanalítica. Son entonces los psiquiatras los que se resisten al psicoanálisis, no la psiquiatría. El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la histología a la anatomía: esta estudia las formas exteriores de los órganos; aquella, su constitución a partir de los tejidos y de las células.

Conferencia 17
El sentido de los síntomas

La psiquiatría clínica hace muy poco caso de la forma de manifestación y del contenido del síntoma individual, el psicoanálisis arranca justamente de ahí y ha sido el primero en comprobar que el síntoma es rico en sentido y se entrama con el vivenciar del enfermo. Fue Josef Breuer quién descubrió el sentido de los síntomas neuróticos; lo hizo mediante el estudio y la curación de un caso de histeria que desde entonces lo ha hecho famoso (1880-82).
Los síntomas neuróticos tienen entonces su sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su nexo con la vida de las personas que los exhiben. Dice Freud: La neurosis obsesiva, no es tan popular como la histeria, de todos conocida; no es, tan estridente; se porta más como un asunto privado del enfermo, renuncia casi por completo a manifestarse en el cuerpo y crea todos sus síntomas en el ámbito del alma. La neurosis obsesiva y la histeria son las formas de contracción de neurosis sobre cuyo estudio comenzó a construirse el psicoanálisis, y en cuyo tratamiento nuestra terapia festeja también sus triunfos. Pero la neurosis obsesiva, que no presenta ese enigmático salto desde lo anímico a lo corporal, se nos ha hecho en verdad, por el empeño psicoanalítico, más transparente y familiar que la histeria, y hemos advertido que manifiesta de manera más resplandeciente ciertos caracteres extremos de las neurosis.
La neurosis obsesiva se exterioriza del siguiente modo: los enfermos son ocupados por pensamientos que en verdad no les interesan, sienten en el interior de sí, impulsos que les parecen muy extraños, y son movidos a realizar ciertas acciones cuya ejecución no les depara contento alguno, pero les es enteramente imposible omitirlas. Los pensamientos (representaciones obsesivas) pueden ser en sí disparatados o también sólo indiferentes para el individuo; a menudo son lisa y llanamente necios, y en todos los casos son el disparador de una esforzada actividad de pensamiento que deja exhausto al enfermo y a la que se entrega de muy mala gana. Se ve forzado contra su voluntad a sutilizar y especular, como si se tratara de sus más importantes tareas vitales. Los impulsos que siente en el interior de sí pueden igualmente hacer una impresión infantil y disparatada, pero casi siempre tienen el más espantable contenido, como tentaciones a cometer graves crímenes, de suerte que el enfermo no sólo los desmiente como ajenos, sino que huye de ellos, horrorizado, y se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones, renuncias y restricciones de su libertad. Pero, con todo eso, jamás, nunca realmente, llegan esos impulsos a ejecutarse; el resultado es siempre el triunfo de la huida y la precaución. Lo que el enfermo en realidad ejecuta, las llamadas acciones obsesivas, son unas cosas ínfimas, por cierto, harto inofensivas, las más de las veces repeticiones, floreos ceremoniosos sobre actividades de la vida cotidiana a raíz de lo cual, empero, estos manejos necesarios, el meterse en cama, el lavarse, el hacerse la toilette, el ir de paseo, se convierten en tareas en extremo fastidiosas y casi insolubles. Las representaciones, impulsos y acciones enfermizos en modo alguno se mezclan por partes iguales en cada forma y caso singular de la neurosis obsesiva. Más bien es regla que uno u otro de estos factores domine el cuadro y dé su nombre a la enfermedad; pero lo común a todas estas formas es harto inequívoco.
Lo que en la neurosis obsesiva se abre paso hasta la acción, es sostenido por una energía que probablemente no tiene paralelo en la vida normal del alma. El enfermo sólo puede hacer una cosa: desplazar., permutar, poner en lugar de una idea estúpida otra de algún modo debilitada, avanzar desde una precaución o prohibición hasta otra, ejecutar un ceremonial en vez de otro. Puede desplazar la obsesión, pero no suprimirla. La desplazabilidad de todos los síntomas bien lejos de su conformación originaria es un carácter principal de su enfermedad; además, salta a la vista que las oposiciones (polaridades) de que está atravesada la vida del alma se han aguzado particularmente en el estado del obsesivo, junto a la obsesión de contenido positivo y negativo, se hace valer en el campo intelectual la duda, que poco a poco corroe aun aquello de que solemos estar seguros al máximo. El todo desemboca en una creciente indecisión, en una restricción de la libertad; el neurótico obsesivo ha sido al principio un carácter de cuño muy enérgico, a menudo de una testarudez extraordinaria, por regla general poseedor de dotes intelectuales superiores a lo normal. Casi siempre ha conseguido una loable elevación en el plano ético, muestra una extremada conciencia moral, es correcto más de lo habitual.
La psiquiatría da nombres a las diversas obsesiones, y fuera de eso no dice otra cosa. En cambio, insiste en que los portadores de tales síntomas son «degenerados». Esto es poco satisfactorio, en verdad un juicio de valor, una condena en vez de una explicación.

Como siempre agradecemos la participaciòn de nuestros compañeros y el valioso regalo de aprendizaje que cada semana nuestro Profesor Victor Gaytan nos da; y finalizo con lo siguiente:
" El arte es una mentira que nos deja ver la verdad " Pablo Picaso.